Actualmente, todavía no se sabe exactamente qué causa la artritis reumatoide, pero ciertos factores de riesgo aumentan las probabilidades de desarrollarla. Los genes, la exposición a diversas toxinas e infecciones y ser fumador parecen jugar un papel importante. También el peso, sexo biológico (sexo femenino) y el envejecer contribuyen a el riesgo de artritis reumatoide. Ahora parece ser que hay un nuevo factor de riesgo que puede valer la pena agregar a la lista: malestar digestivo frecuente (diarrea).

En un nuevo estudio, publicado en la revista Rheumatology, los investigadores siguieron a un grupo de más de 65,000 mujeres para ver si tener un problema gastrointestinal que otros podrían describir como síndrome del intestino irritable estaba relacionado con el desarrollo de artritis reumatoide durante un período de tiempo de seis años.

Los resultados indicaron que había una relación significativa entre tener diarrea crónica y las posibilidades de desarrollar artritis reumatoide. No encontraron ninguna relación entre la artritis reumatoide y el estreñimiento crónico o episodios alternos de diarrea y estreñimiento.

La asociación entre diarrea crónica y artritis reumatoide fue especialmente alta entre fumadores y exfumadores.

La artritis reumatoide es un trastorno autoinmune que causa articulaciones dolorosas, rígidas e hinchadas, junto con inflamación que puede ocasionar problemas en todo el cuerpo. Aunque no está claro si la diarrea crónica en realidad causa artritis reumatoide, el hecho de que los participantes fueran más propensos a desarrollar artritis reumatoide después de experimentar este problema digestivo sugiere que los cambios en el equilibrio de las bacterias en el intestino pueden ser un factor clave.

“Estos datos encajan con la hipótesis del origen mucoso de la artritis reumatoide, donde la interacción entre [un desequilibrio de microorganismos en los intestinos] y el tabaquismo podría ocurrir en una etapa temprana para promover la aparición de autoinmunidad, seguida años más tarde por la enfermedad clínica”, concluyeron los autores.